NEZAVISIMAYA GAZETA. Hasta la fecha Rusia no ratificó el Tratado de la Carta de la Energía (TCE) el que firmó en diciembre de 1994 por suponer este documento riesgos económicos para el país.
Las pérdidas directas de la industria del gas se estiman en 4,5 mil millones de dólares y nadie se ha tomado el trabajo de calcular las pérdidas sociales. De ratificar Rusia el Tratado se vería obligada a conducir gas a los consumidores internos, aplicando tarifas equiparables con las mundiales. Es cierto que se puede mantener en los niveles bajos las tarifas internas de transportación, pero en tal caso también serán válidas para las compañías transnacionales.
Desde hace años Europa promete a Moscú efectuar inversiones en la economía rusa a cambio del acceso a la red de tuberías. Pero es una utopía. La calificación soberana de riesgo de inversión en Rusia no depende de la ratificación del TCE sino que del comportamiento de los indicadores económicos. En el momento actual capitales extranjeros entran a sacos en el país.
En la Conferencia sobre la Carta de la Energía, celebrada en diciembre de 2003, Rusia se negó a firmar el Protocolo de la Carta por no haber llegado las partes al consenso sobre los puntos litigiosos que afectan a los intereses nacionales del país.
Rusia no pretende obtener ventajas unilaterales, promoviendo al primer plano la seguridad de los suministros a largo plazo de los agentes energéticos a Europa.
La guerra de gas entre Rusia y Ucrania puso en evidencia la ineficacia de los procedimientos, recogidos en el TCE, de carácter discriminatorio para Rusia. En lo que respecta al Protocolo de Transportación, el país ya no puede dar marcha atrás en ningún punto.
A las petroleras rusas les importan un bledo las cláusulas del TCE. La política europea de proteccionismo también movió al monopolista eléctrico ruso SEU de Rusia a reconsiderar su actitud ante este documento en el que inicialmente cifraba no pocas esperanzas.
Valeri Yazev es presidente del comité parlamentario de energía, transporte y comunicaciones.
