"Hoy no solamente gané la propiedad de mi casa, además me gané un beso", afirma jocosa esta mujer de 79 años conocida por todos en la favela de Rocinha, el mayor suburbio de Brasil y lugar donde reside desde hace 64 años.
Hacía unos momentos, Teresinha había recibido de manos del alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, su Título de Legitimación de Posesión (TLP), el documento jurídico que reconoce a esta vecina como propietaria efectiva de su vivienda tras más de seis décadas fuera de la legalidad.
Al igual que ella, 1.102 familias de la favela de Rocinha recibieron en un acto, celebrado en la mañana del miércoles en la escuela de samba de Rocinha, los ansiados papeles por los que la Secretaria Municipal de Hábitat de Río de Janeiro les reconoce como residentes legales y propietarios de sus inmuebles.
"Felicidades, por fin esta ciudad puede ofreceros que os sintáis exactamente igual que los vecinos de cualquier otro barrio. No importa si estáis en Leblón, Ipanema o Sao Conrado. Ahora todos sois propietarios, sois ciudadanos plenos, sois cariocas", declaraba el alcalde ante los vecinos de Rocinha en referencia a la equiparación de derechos con los barrios ricos que limitan con la comunidad.
Hay que entender que la "favela", palabra utilizada en Brasil para referirse a los suburbios en los que predominan los barracones, es en sí misma una ocupación ilegal cuyas viviendas de autoconstrucción se extienden anárquicamente sin ningún tipo de planificación urbana y que, evidentemente, se han encontrado durante décadas fuera del control de las autoridades municipales.
Con 1,5 millones de personas viviendo en las 763 favelas de Río de Janeiro, el equivalente al 22% de la población de la ciudad, el trabajo para devolver a la legalidad y dotar de servicios mínimos a todos es inmenso.
Es por ello que el éxito del programa "Morar Carioca", que pretende la inclusión social y urbana de las comunidades de la ciudad, es un requisito indispensable para que la futura sede Olímpica de Río de Janeiro elimine el estigma de la desigualdad entre sus habitantes.
Desde el inicio en 2009, el programa aceleró el proceso de integración de los vecinos de las comunidades entregando 7.870 títulos de posesión, una cifra inédita que deja atrás los apenas 137 títulos entregados por la anterior alcaldía entre 1994 y 2008.
En total, el programa "Morar Carioca" se encuentra atendiendo en la actualidad 70.000 solicitudes en 55 comunidades de toda la ciudad. Con un presupuesto de 8.500 millones de reales, el objetivo es reorganizar e integrar socialmente las principales favelas de la ciudad para 2020.
"Nuestro objetivo es ambicioso. No se trata solamente de entregar los títulos de propiedad. Hay que realizar estudios en las comunidades y ver si las casas son estructuralmente seguras, si pueden permanecer en la ubicación, etc. No podemos aceptar gente viviendo en zonas de riesgo y a veces hay que reubicar a miles de personas", declara a Sputnik Nóvosti uno de los técnicos de la Secretaria Municipal de Habitación.
Como él mismo reconoce, ni siquiera tras varios años de estudios en la favela de Rocinha son capaces de establecer la población del mayor suburbio de la ciudad. "Los datos con los que contamos es que son aproximadamente 102.000 vecinos, pero cada vez que elaboramos un censo la población se multiplica", admite resignado.
Puede que los desafíos del ambicioso programa "Morar Carioca" sean muchos y el camino a recorrer se antoje largo y tortuoso, pero de lo que no hay duda es de la revolución que los programas sociales recientes han supuesto en Río de Janeiro.
Rocinha ha pasado en apenas 4 años de ser considerado uno de los lugares más peligrosos del planeta, donde la única ley que imperaba era la impuesta por los fusiles de asalto de los narcotraficantes, a ser una auténtica ciudad en la que sus habitantes no tienen miedo a abrir negocios, pedir préstamos hipotecarios o, lo más importante, han dejado de sentirse menospreciados por sus vecinos de los barrios más ricos.
Para "Teresinha da Rocinha" la espera valió la pena.
Muestra, entusiasmada, los documentos de propiedad a su nieto Robson, estudiante de administración de empresas de 38 años y padre de sus dos biznietas, que planea abrir un negocio en Rocinha.
Sonriente, Teresa le confiesa a su nieto que casi sintió más emoción al ver al alcalde de cerca que al recibir los documentos. "Además de simpático es muy guapo. Ya era hora que alguien nos viniese a sonreír hasta aquí", concluye la que desde hoy puede considerarse la propietaria con más solera de Rocinha.
