El documento fue elaborado por un grupo de expertos occidentales, conformado, entre otros, por el secretario general del Partido Popular Europeo, principal fuerza política del Parlamento comunitario.
El informe urge a contrarrestar la creciente influencia de la prensa y las organizaciones no gubernamentales rusas que buscan “inculcar a la opinión pública europea una visión positiva” de las políticas del Kremlin.
El primer paso importante en esa dirección se dio el pasado verano. En agosto de 2015 la OTAN inauguró un centro de comunicación estratégica en Letonia. Según Linda Tsurica, portavoz de la institución, “se trata de un centro analítico surgido de la necesidad de los países de la Alianza Atlántica de estar informados sobre los vientos que soplan en el espacio mediático”. “En particular, estudiamos los métodos que utiliza el Estado Islámico para captar sus seguidores en Occidente, así como los que emplea Rusia para influir en las mentes de los ciudadanos occidentales” indicó.
No es casualidad que Linda Tsurica iguale a Rusia con el Estado Islámico. Todo indica que es la postura oficial de Occidente. Muestra de ello es que el presidente de EEUU, Barack Obama, no deja de mencionar al país eslavo y al grupo yihadista entre las principales amenazas a la seguridad mundial. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, tampoco se muestra amable. Incapaz de encontrar la clave del éxito de los medios internacionales rusos, Kerry acusó a la cadena RT de ser un “megáfono de propaganda”.
Al respecto, el analista político ruso Dmítri Babich sostiene que la causa de la creciente demanda por las informaciones que brindan medios como Sputnik o RT radica en que “abordan los problemas que hay en Occidente y sobre los cuales las grandes corporaciones mediáticas occidentales no hablan”.