Las posturas de Arabia Saudí, de Turquía fueron algunos de los gatillos que dispararon definitivamente la firma del acuerdo. El llamado Plan de Acción Conjunta fue alcanzado tras más de dos semanas de frenética diplomacia, durante las cuales los negociadores incumplieron tres plazos límite que se habían autoimpuesto.
El escepticismo actual quizá sea tan exagerado como el entusiamo incial. Y es que las autoridades iraníes y sus servicios de inteligencia saben perfectamente que lo que se firmó hace un año no fue más que la apertura de un camino que no iba a ser fácil. Así lo entiende el analista internacional Juan Aguilar.
El experto incide en que por una cuestión de propaganda interna, la firma del pacto se vendió a la población como un gran éxito, que conllevaría desde ese momento grandes inversiones extranjeras y que todo sería color de rosa.
Y a pesar de que en los últimos tiempos Irán logró incrementar sus exportaciones de petróleo y beneficiarse de algunas inversiones extranjeras, aún no han llegado los contratos más esperados, como los del sector aeronáutico. Irán cerró preacuerdos con Boeing y Airbus para comprar al menos 200 aparatos y renovar sus vetustos aviones, pero se necesita el visto bueno de Estados Unidos, que todavía no lo ha dado.
Los conservadores opuestos a Rohani y sus aliados son partidarios de potenciar la producción nacional y no las inversiones extranjeras. Una posición que comprate el guía supremo Ali Jamenei, que prefiere una "economía de resistencia" y es muy crítico con la falta de resultados "tangibles" del acuerdo del año pasado.
El máximo líder religioso del país sigue además denunciando al "enemigo" estadounidenses, contrario a la expansión de la influencia iraní en la región.
Hace un año las calles de Irán eran un fiesta celebrando el fin de algunas de las sanciones que ahogaban durante años la economía del país. En cambio hoy, todo es incertidumbre.