El voto premio-castigo se funda en que si hay períodos de crecimiento económico, los ciudadanos premiarán al partido de gobierno renovándole sus votos, mientras que en períodos de recesión económica, los electores castigarán a la formación gobernante, votando a cualquier otro partido de la oposición que se presente en los comicios, o bien, no votando.
Pero según algunos economistas, existe lo que se denomina un "modelo de voto económico ampliado", que va más allá de la hipótesis del voto premio-castigo. La continuidad en el poder de un partido político en plena tempestad económica, también dependerá de su habilidad para eludir de forma convincente sus responsabilidades, o de las compensaciones que ofrezca al electorado en términos de políticas sociales.
En su momento, la derrota le enseñó a George Bush padre, que la economía es la que maneja las elecciones. Un principio que se cumple en casi todo el mundo, excepto en lugares donde hay partidos políticos que tienen un núcleo duro de votantes incondicionales, según Luis Palma Cané, quien admite que siempre hay un gran porcentaje de la población que se fija en la situación económica porque le pega en los bolsillos.
En cualquier país, un cambio de gobierno, sin importar su signo político, siempre dará un "aire fresco" a la economía y mejorará indudablemente sus expectativas. Palma Cané se sirve de una analogía para explicar esto: "escoba nueva barre bien". El economista indica que un nuevo gobierno siempre tiene el crédito de los primeros cien días de gestión.