Japón no logra dejar atrás la herencia de la Segunda Guerra Mundial

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En Japón se están calmando los ánimos caldeados por la declaración del alcalde de Osaka Toru Hashimoto.

En Japón se están calmando los ánimos caldeados por la declaración del alcalde de Osaka Toru Hashimoto.

El político declaró que las mujeres chinas y coreanas forzadas a la esclavitud sexual en los burdeles japoneses en los años de la Segunda Guerra Mundial eran necesarias para mantener la disciplina en las tropas. La intensidad del escándalo parece estar reduciéndose, pero no deja de resultar evidente que el tema de la Segunda Guerra Mundial en el Asia actual, lejos de desaparecer del escenario, no hace sino volverse más espinoso.

El primer ministro ha hecho su elección

El editorial del diario Japan Times hace balance del escándalo: las declaraciones de Hashimoto, se indica, minan la confianza internacional hacia el país y asestan un golpe adicional a las relaciones con China y Corea del Sur, que ya son bastante tensas. Además, cuadran a la perfección con el “ambiente nacionalista” fomentado por el actual presidente del Gobierno, Shinzo Abe. El criterio, sobre todo al ser emitido por un medio japonés, es más que de peso.

Las palabras de Hashimoto curiosamente provocaron reacciones muy moderadas en Pekín y en Seúl, hubo manifestaciones y declaraciones de políticos y diplomáticos, pero nada de respuestas violentas. Las disputas territoriales con Japón que, dicho sea de paso, también tienen que ver con la Segunda Guerra Mundial, provocan unas tensiones bastante más intensas.

Por otra parte, Hashimoto no es el político de más alto rango, y el primer ministro Abe, en pleno escándalo, lanzó un mensaje político muy significativo, declarando que su gabinete no compartía la opinión del alcalde de Osaka. Al mismo tiempo señaló que no renunciará a la postura de sus antecesores, que presentaron en 1993 y 1995 a los pueblos asiáticos sus disculpas por la actuación de Japón en los años de la Segunda Guerra Mundial, lo cual sirvió para reforzar sus posiciones en la región. De modo que Pekín y Seúl incluso han salido ganando.

Sin embargo, en un momento dado y no siendo todavía presidente del gobierno, Shinzo Abe se ha mostrado algo incrédulo sobre el asunto, indicando que probablemente no todas las mujeres de los burdeles habían sido forzadas a acudir allí. Y recientemente Sanae Takaichi, presidenta del Partido Liberal Demócrata de Japón, subrayó que no podía “aceptar incondicionalmente” las mencionadas declaraciones de 1993 y 1995. Hubo también algunos debates sobre el mismo asunto y el primer ministro tomó parte en ellos. Todo parece indicar que había que decantarse a favor de uno de los bandos.

Porque estaríamos hablando de unas 200.000 mujeres procedentes de los Estados vecinos, y a Japón en absoluto le interesa estropear sus relaciones con estos países. Las esclavas procedían, además de China y Corea del Sur, de otra decena de países de la región que se encontraban bajo la ocupación japonesa.

Cuando las balas vuelan cual lluvia y viento

Y en estas circunstancias, Toru Hashimoto ha hecho, para el gozo de los periodistas, su famosa declaración. Se le preguntó sobre su opinión al respecto, porque aparte de ser alcalde de Osaka, es uno de los dos líderes del Partido del Renacimiento de Japón.

Su respuesta no dejó lugar a dudas: “Para los soldados que estaban arriesgando sus vidas, que veían pasar las balas como si de la lluvia o del viento se tratara, el sistema era imprescindible. Lo necesitaban para relajarse, y eso debería ser evidente para todo el mundo”. Es decir, sin el sistema de burdeles los soldados podrían haber cometido alguna barbaridad en el territorio chino o japonés, cosa que también ocurrió. O rebelarse contra los oficiales… Desde el punto de vista psicológico y fisiológico, está más claro que el agua. Pero, ¿qué hacían los soldados japoneses en el territorio de otros países, donde “las balas pasaban cual lluvia o viento”?

El autor de esta declaración, Toru Hashimoto, es uno de los líderes del Partido de Renacimiento de Japón, que inesperadamente ha conseguido 54 de los 480 escaños de la cámara baja del Parlamento nacional. El otro líder del partido, Shintaro Ishahiro, exalcalde de Tokio, ha apoyado a su compañero, señalando que “todo lo militar tiene que ver con la prostitución. Es una evidencia histórica, aunque no debería prevalecer. Pero en general Hashimoto no ha dicho nada malo”.

En julio en Japón habrá elecciones. En realidad, el escándalo debería afectar a la imagen de los “políticos renacentistas”. Así, el discurso que Hashimoto pronunció en Okinawa fue criticado por razones obvias por las organizaciones feministas locales. El modelo del Partido del Renacimiento es también poco habitual para Japón, entre los altos cargos sólo hay un 10% de mujeres.

No deja de parecer sorprendente que una guerra que ha acabado hace 68 años siga manteniendo en tensión a más generaciones. Ha cambiado además la percepción, porque antes sólo parecía que aquella guerra había azotado a los países europeos, mientras que más tarde quedó patente que también la hubo en Asia. Allí empezó antes, duró más y fue no menos sangrienta que en Europa.

Los países asiáticos, Japón sobre todo, se muestran especialmente sensibles con el tema. El camino que ha recorrido el país nipón es muy diferente al de su antiguo aliado, Alemania.

Veamos el ejemplo de Okinawa, donde los reporteros iban al acecho del alcalde de Osaka y las feministas lo sometieron a intensas críticas. Pese a que volvió a ser territorio japonés hace 41 años, sigue siendo zona de residencia de militares estadounidenses, otra consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Fueron precisamente las bases militares el objetivo del viaje de Toru Hashimoto. A simple vista, Alemania se encuentra en las mismas condiciones, de modo que la visión del problema debería ser idéntica. Sin embargo, la diferencia en el entendimiento de lo que es la humillación y la derrota existe y es muy marcada.

Por ejemplo, la visita de cualquier primer ministro japonés al Santuario Yasukuni, donde se honra la memoria de los soldados caídos, no tarda en convertirse en un escándalo. Shinzo Abe prefiere no aparecer por el lugar, pero los ministros y diputados a veces se dejan ver. El presidente del Gobierno señaló recientemente que definir la agresión no es nada fácil…

Da la sensación de que los vecinos de Japón y el mundo entero están pendientes de que el país vuelva a recuperar su identidad, dejando al lado el papel del derrotado. Una nación no puede vivir años de rodillas, buscando la expiación de los pecados de sus antepasados sin ver gravemente afectada la identidad colectiva y las relaciones con los países vecinos. Pero levantar la cabeza con orgullo es muy complicado. Y suele depender del carácter nacional.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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