Cheliábinsk se recupera tras la caída del meteorito

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En Cheliábinsk (en los Urales, Rusia) no hablan más que del meteorito. Su caída sobre la ciudad en la mañana del viernes 15 de febrero, causó lesiones de diversa consideración a más de 1.500 personas, de las cuales decenas permanecen hospitalizadas.

En Cheliábinsk (en los Urales, Rusia) no hablan más que del meteorito. Su caída sobre la ciudad en la mañana del viernes 15 de febrero, causó lesiones de diversa consideración a más de 1.500 personas, de las cuales decenas permanecen hospitalizadas.

Numerosas viviendas, colegios, hospitales, universidades y guarderías se quedaron sin cristales en pleno invierno, a 10 grados bajo cero. No obstante, la vida de la capital de la provincia homónima poco a poco va volviendo a la normalidad mientras lo sucedido pasa a quedar como una anécdota.

“Los extraterrestres asustan a los peces”

“El estrépito era tal que parecía que un tren hubiera caído del cielo. Luego dos o tres explosiones más”, cuenta un hombre en el supermercado. Lo primero que pensó la mayoría de los habitantes de la ciudad fue que había explotado un avión militar de la cercana base aérea de Shagol.

Pero pronto se supo que el estrépito inusual era de origen extraterrestre. Los rumores desorbitados empezaron a correr por la ciudad: que las víctimas eran mucho más numerosas en realidad, que había muertos, o incluso que “ni siquiera hubo un meteorito”, ya que no se encuentran fragmentos y se desconoce el lugar exacto de la caída.

Los periodistas locales cuentan que en los primeros momentos después de la explosión les llamaban conocidos de la policía, la administración y servicios de seguridad para preguntar qué era lo que acababa de ocurrir.

El primer vicegobernador de la provincia de Cheliábinsk, Oleg Grachov, dijo a RIA Novosti que los empleados de un organismo competente le habían entregado un 'pen-drive' con “información importante”. “Le comunicamos que en el lugar de la caída del meteorito se detectó un objeto volador no identificado”, le avisaron. Grachov vio la grabación y constató que se trataba de una linterna volante de papel de arroz.

El lago Chebarkul, uno de los sitios donde presumiblemente se había localizado la caída del cuerpo celeste, se convirtió en un lugar de peregrinación. Los periodistas, investigadores y curiosos acuden allí para ver el agujero de varios metros de diámetro hecho por el meteorito en la superficie helada del lago. La zona está acordonada por la policía para que los visitantes no molesten a los buzos que están buscando fragmentos del meteorito.

Solo los corresponsales acreditados tienen acceso al epicentro del impacto, los demás se conforman con los relatos de los pescadores, que están esperando lograr algún pez, como si nada hubiera pasado. Los pescadores cuentan que el viernes por la mañana oyeron un gran ruido muy cerca y que desde aquel momento los peces dejaron de picar. “Los extraterrestres asustaron a los peces”, bromea uno de los pescadores, de unos 60 años, aunque no piensa marcharse a su casa.

Podría haber sido peor

Estos son los datos oficiales: 1.500 heridos, en su mayoría debido a la rotura de cristales causada por la onda expansiva. Una mujer con lesiones en la columna vertebral fue evacuada a Moscú en un avión del Ministerio de Situaciones de Emergencia. A pesar de ello el gobernador de la región, Mijaíl Yurévich, en la rueda de prensa del sábado no dejaba de dar gracias a Dios: “El 15 de febrero volvimos a nacer. Dios nos salvó”, repitió Yurévich varias veces. Según él, si el meteorito hubiera sido más grande, por ejemplo “del tamaño de una sandía”, los daños habrían sido mucho mayores.

Las autoridades de la región de Cheliábinsk, en los Urales, cifran en más de mil millones de rublos o unos treinta millones de dólares los daños materiales causados por la caída del meteorito. Hay que tener en cuenta que los ingresos anuales en el presupuesto provincial no superan los 85.000 millones de rublos, unos 2.800 millones de dólares.

El gobierno local se comprometió a colocar todos los cristales gratuitamente para los habitantes de la ciudad y empresas municipales. Las instituciones federales necesitarán ayuda de Moscú, pero las empresas comerciales no tienen otro remedio que hacerlo por su propia cuenta.

Mijaíl Yurévich desmintió de paso algunos rumores. Los periodistas le preguntaron si es verdad que otro meteorito se está aproximando a Cheliábinsk y muy pronto chocará contra la Tierra. “Todavía no podemos prever la caída de cuerpos celestes tan pequeños”, dijo el gobernador, que prometió por si acaso: “Esto no volverá a pasar”.

El funcionario tachó de absurdas las noticias publicadas en algunos medios de que los habitantes de Cheliábinsk rompen cristales en sus casas para obtener unos nuevos de manera gratuita. “No se puede hablar tan mal de la gente. Nuestros vecinos son honestos”, dijo el gobernador sobre sus electores. También mencionó con gratitud a los productores de cristales y a las constructoras que, a pesar de lo que dicen muchos periodistas, no suben los precios de sus productos y servicios. “Nuestros empresarios son gente responsable. Conservan los mismos precios que antes de lo ocurrido”, aseguró Yurévich.

Sin embargo, la realidad era algo distinta, según se pudo constatar justo después de la rueda de prensa, en la Universidad del Sur de los Urales donde el gobernador hizo una visita.

Echar una mano

“El 16 de febrero las clases fueron suspendidas”, está escrito en un letrero en la puerta de la universidad. Se debe a que los edificios del campus resultaron dañados por la onda expansiva causada por la explosión. El que se vio más afectado fue el edificio de la Facultad Aerospacial que tiene unas ventanas muy grandes.

Ahora en el campus bulle el trabajo y los estudiantes de la universidad y voluntarios (en su mayoría antiguos alumnos) tapan las ventanas con chapas de madera y plástico. 

“Desde el primer momento pedimos ayuda a través de las redes sociales”, explica Renat, el representante del Consejo Estudiantil. Aquel mismo día más de 150 voluntarios acudieron para echar una mano. Según el jefe de la Dirección General de Juventud de la administración provincial, Antón Bajáev, en total en torno a mil voluntarios, procedentes en su mayoría de otras ciudades de la provincia, participan en los trabajos de reparación en Cheliábinsk.

Uno de ellos, llamado Iván, se graduó en la Universidad del Sur de los Urales y ahora trabaja en el ferrocarril. “Es nuestra ciudad, es mi universidad, por eso he venido a ayudar”, explica sobre su motivación para pasar un fin de semana limpiando cristales rotos.

El rector Alexander Shestakov contó a los periodistas que en los edificios universitarios resultaron rotos 1.690 cristales y varios estudiantes fueron heridos. En torno al 10% de aulas y espacios comunes se quedaron inhábiles para acoger a los estudiantes. Pero los trabajos de reparación  avanzan rápido y el próximo domingo la universidad celebrará su tradicional Jornada de Puertas Abiertas.

Los representantes de la Universidad, al darse cuenta de los daños causados, se dirigieron a las tiendas de material de construcción media hora más tarde de la catástrofe. “Los vendedores empezaron a subir precios estando nosotros allí. No puedo culparlos, son empresas privadas orientadas a obtener beneficio”, comenta el rector. Según él, los precios aumentaron por lo menos en una tercera parte, aunque la universidad consiguió comprar por el precio antiguo al ser un cliente importante. “Gastamos unos 350.000 rublos (11.500 dólares)”, dice Shestakov.

Sin embargo, casi todo lo que se está haciendo ahora en la universidad son medidas provisionales. Para colocar los cristales y hacer pequeñas reparaciones habrá que pagar unos 52 millones de rublos (1,7 millones de dólares). El presupuesto universitario no dispone de esta suma y espera obtener una ayuda del Ministerio ruso de Educación.

“Lo sucedido volvió a poner de manifiesto que estamos indefensos ante este tipo de situaciones”, apunta el rector de la Universidad del Sur de los Urales.

Niños salvados gracias a la intuición

La explosión del meteorito se produjo sobre la ciudad de Cheliábinsk, pero afectó a otras localidades de la provincia. Uno de los más dañados resultó Kórkino, a 35 kilómetros al sur. Se quedaron sin cristales un centro educativo, el orfanato y el hospital, que a pesar de ello en seguida empezó a acoger a los heridos.

Los médicos locales comentaron a RIA Novosti que aquel día 84 personas pidieron asistencia, una tercera parte de ellos eran niños de varias guarderías afectadas. Por fortuna, los colegios de la localidad estaban cerrados por la epidemia de gripe, en caso contrario los heridos podrían haber sido más numerosos.

La fuerza de la onda expansiva era tal que una mujer de 51 años salió volando de la segunda planta rompiéndose tres costillas, cuenta la enfermera Natalia Savruk.

A pesar de todo los niños y el personal del orfanato de Kórkino salieron bien parados. Según recuerda su director, Rashid Sultánov, aquella mañana se oyó un estruendo. “Se sentía una extraña vibración de la tierra. Tras la explosión en el cielo se veía una nube que se expandía rápidamente. Por intuición decidimos que había que sacar a los niños del edificio”. El director dio esta orden y los niños, curiosos de ver lo que sucedía, corrieron para fuera. En unos minutos los 72 menores y los empleados del centro se encontraban en la calle y en seguida la onda expansiva hizo saltar los cristales de las 40 ventanas del edificio. “Sólo de pensar qué habría pasado si estuviéramos dentro me da un escalofrío”, confiesa Rashid Sultánov. Por ahora las ventanas están tapadas por unos viejos y descoloridos colchones pero los niños y sus educadores esperan que el Gobierno no tarde en cumplir su promesa y coloque los cristales en breve.

Poco a poco la vida en los Urales del Sur vuelve a la normalidad. Las tiendas de moda y los bares de lujo en el centro de la ciudad taparon los escaparates rotos con tablas de madera y volvieron a abrir sus puertas a los visitantes. Por las calles de Cheliábinsk pasean sus habitantes y hablan, claro está, de lo ocurrido. Aunque el cataclismo natural se va convirtiendo ya en algo anecdótico.

El vídeo más popular en los foros locales es una grabación de la rueda de prensa de unos empresarios italianos que quieren invertir en la región. “Estamos muy contentos de trabajar en Cheliábinsk”, dijo uno de ellos en ruso cuando se oyó la explosión. “¡Dios mío!” exclamó el italiano. También en ruso.

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