En ese programa, Erdogan fue ridiculizado como fornicador de cabras y amante de la pornografía infantil. Bromas muy pesadas, pero usuales en el programa "Neo Magazin Royal", que Böhmermann dirige en el canal público de televisión ZDF.
Erdogan se valió de una ley alemana de 1871, que en la época pretendía castigar los insultos a los jefes de Estado extranjeros. Entonces, esa norma pretendía evitar conflictos armados. Hoy es utilizada como parte de otro tipo de guerra, la que permite demoler las bases de un sistema que hace de la libertad de expresión una de sus características.
La canciller pretende ser ecuánime insistiendo en que la ley será eliminada del código penal alemán en los próximos meses. Merkel reiteró también su preocupación por la persecución que sufren muchos periodistas en Turquía y por los obstáculos que el régimen turco pone al derecho a manifestarse en público. Pero sus palabras sonaban ya a justificación.
Merkel se siente obligada a rendirse a las presiones de Erdogan, con quien cuenta para encontrar una solución a la crisis de los refugiados, de la que en buena parte ella también es responsable.
Merkel, desestabilizada por la avalancha de refugiados en su país tras su llamada a abrir las fronteras de Europa, no podía sino sentirse debilitada ante el acoso diplomático turco. Ello le valió el primer desacuerdo con su socio de gobierno, el Partido Social Demócrata (SPD), que se declaró contrario a activar la ley 103 del código penal y criticó el arbitraje de Merkel.
A nadie le extrañará, tampoco, que el partido emergente, Alternativa para Alemania (AfD), que defiende posturas populistas desde la derecha, también haya cuestionado a Merkel. A nadie le podrá sorprender que con decisiones de este tipo, AfD siga creciendo.
La llamada crisis de los refugiados cercena la capacidad de maniobra de Angela Merkel, solo apoyada por su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y sus socios bávaros de la Unión Cristiano Social (CSU), religiosamente unidos ante la sátira con la formación islamista del presidente turco.
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¿La libertad de expresión ejercida por Böhmermann no es ya una "tradición alemana" para Merkel? Los alemanes deben mostrar lealtad también a Erdogan?
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Una Europa desunida y, por lo tanto, debilitada no se siente con fuerza para defender sus convicciones ante las presiones exteriores. La Turquía de Erdogan ha sabido encontrar la última brecha, instalada en su papel de bien pagada guardafrontera anti-refugiados.
Angela Merkel era considerada todavía hace menos de un año como la líder de Europa; una dama de hierro intransigente con los incumplidores de acuerdos y firme defensora de los principios de la libertad que se consideran intrínsecos en el Viejo Continente. Hoy es una dirigente más al vaivén de las circunstancias políticas, religiosas o culturales que debilitan cada día más a una Europa que se acostumbra a renunciar a sus valores.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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