El Pato Donald (Trump)

© REUTERS / Daniel BecerrilUna piñata con el rostro de Donald Trump
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Con sus intempestivas declaraciones en contra de los mexicanos, Donald Trump acaba de lograr lo que parece un imposible lógico: perder una elección en la que ni siquiera es candidato.

El Pato Donald es un personaje de Disney, caracterizado como un pato blanco antropomórfico de ojos celestes […], piernas y pies anaranjados […]. Respecto a su personalidad, Donald suele intentar ver las cosas con positivismo y alegría (aunque muchas veces acaba montando en cólera cuando se le tuercen las cosas). […] cuando se enfada […] grita de manera incoherente.

— Wikipedia en Español

Alguien debió asesorar mejor al multimillonario estadounidense Donald Trump en sus aspiraciones presidenciales. Con sus intempestivas declaraciones en contra de los mexicanos, el señor Trump acaba de lograr lo que parece un imposible lógico: perder una elección en la que ni siquiera es candidato.

Aunque se sabe del gusto del señor Trump por hacer uso de la libertad de expresión que la Primera Enmienda a la Constitución de su país tutela, en esta ocasión bien pudo acogerse a la Quinta Enmienda y guardar silencio para no autoincriminarse. En cualquier caso, antes de asegurar que "México manda a su gente, pero no manda lo mejor. Está enviando a gente con un montón de problemas […] Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores […]", el señor Trump debió siquiera acudir a las estadísticas para averiguar qué porcentaje de criminales y violadores representan tales delincuentes, que sin dudas los hay, dentro de la gran masa de migrantes mexicanos que viven honestamente en la Unión Americana y junto a los provenientes de otros países han ayudado a conformar el rostro multicultural de los Estados Unidos de América.

Cierto que hay mexicanos que delinquen en los Estados Unidos o se refugian allá huyendo de la justicia de su país, como mismo existen delincuentes estadounidenses que se esconden en México y ciudadanos estadounidenses que transgreden las leyes del país avecindado al sur de su frontera. El pasado año, y tan sólo en el estado de Baja California, fueron arrestados unos 200 prófugos de la justicia de los EEUU., la mayoría ciudadanos de ese país, cifra que responde principalmente a la inevitable circunstancia de límites compartidos en más de tres mil kilómetros, por lo que no cabe hacer generalizaciones malintencionadas a partir de ella. No es justo juzgar a todos los mexicanos por lo que mal haga cualquier persona con esa nacionalidad, como no sería justo juzgar a los estadounidenses todos a partir de las tonterías de Donald Trump.

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En todo caso, si el señor Donald Trump quiere hacer generalizaciones en base a casos particulares debiera reconocerle a los mexicanos que tanto parece despreciar algunos aportes significativos a la historia de la Humanidad. Acaso pudiera empezar por el anónimo descubridor del proceso de nixtamalización a partir del cual se obtiene la masa con la que se elaboran las tortillas. Como bien pudiera suceder que el señor Trump desconozca que gracias a ese proceso, extendido hoy en día por todo el mundo, se elimina el riesgo de padecer pelagra, enfermedad causada por la deficiente absorción de la niacina o vitamina B3 (anomalía que la nixtamalización corrige), quizás convenga recordarle un nombre que quizás le resuene como un campanazo, Taco Bell, una franquicia de comida rápida cuyo éxito fulgurante se basó en la cocina mexicana, que es sinónimo de tacos, que es sinónimo de maíz.

Si el señor Trump le quiere poner nombre y rostro a los aportes mexicanos al mundo, bien pudiera acudir a Andrés Manuel del Río Fernández, el científico que en 1801 descubrió el vanadio, un elemento químico muy empleado a la fecha para producir aleaciones de acero. Por si el nombre le resulta demasiado distante (y latino) no estaría de más recordarle que el vanadio tuvo una importante presencia en un icono de la cultura estadounidense, el Ford T, un automóvil de bajo costo que en las primeras décadas del pasado siglo transformó en popular lo que apenas si era un lujo: adquirir un coche. El chasis de acero de vanadio de aquel modelo supuso entonces una reducción en el peso del auto y un aumento en su poder de tracción.

Más cercanos en el tiempo, los nombres de Guillermo González Camarena y Luis Ernesto Miramontes Cárdenas bien pudieran ser un par de razones para que el señor Trump no considere a los mexicanos como un peligro para los Estados Unidos. El primero aportó su ingenio a que Donald Trump se viera con su cresta rucia y tez azafranada (y no en blanco y negro y tonos de grises) en la trasmisión televisiva en la que injurió a los mexicanos; el segundo contribuyó a que hoy fuera un poco menor la cantidad de mexicanos (o de individuos sensibles de cualquier otra latitud) ofendidos por sus disparates. Para muchos, la posibilidad del color hacia 1953 en la norma NTSC (National Television System Committee) desarrollada por los Estados Unidos no fue más que una copia del Sistema Tricromático Secuencial de Campos (STSC) inventado en 1940 por el mexicano para transmitir televisión en color, mientras que la síntesis de la noretisterona conseguida por Miramontes Cárdenas lo condujo a la creación de la píldora anticonceptiva, un invento que lo exaltó al "USA Inventors Hall of Fame" junto a científicos como Louis Pasteur e inventores como Thomas Alva Edison y los hermanos Wright, entre otros. Si todo lo anterior le resultara extrínseco al universo inmobiliario del señor Donald Trump, no estaría de más hacerle llegar los nombres Joel Sosa Gutiérrez y Sergio Omar Galván Cáceres, dos ingenieros civiles mexicanos que hacia el 2005, cuando apenas si rebasaban los 30 años, crearon un concreto traslúcido que permite levantar paredes de menor peso y mayor resistencia que si se utilizara el cemento tradicional. A ello cabe añadir que su trasparencia de hasta un 70% le abona al ahorro de electricidad e indirectamente al decrecimiento en la emisión de gases de invernadero, los causantes del agujero en la capa de ozono, cuyo descubrimiento por el doctor José Mario Molina Pasquel y Henríquez y el peligro que ello representa para la salud de los seres humanos le valieron en 1995 el Premio Nobel de Química (compartido con Paul Jozef Crutzen y Frank Sherwood Rowland).

Si todo ello no bastara, alguien debiera recordarle a Donald Trump que los mexicanos no constituyen las tribus bárbaras que él imagina y que lejos quedaron los tiempos de levantar murallas para mantenerlas apartadas. Se le debiera recordar asimismo que los bárbaros ya están dentro de su país y se revelan, entre otros desatinos, en ese derecho constitucional defendido hasta la demencia por la National Rifle Association (Asociación Nacional del Rifle) que pone al alcance de cualquiera y para cualquier propósito un arma de fuego, en ese inmenso mercado para el consumo de drogas que estimula la producción y el tráfico de estupefacientes de un modo transnacionalizado y en ese racismo soterrado que se visibiliza en el oscuro color de piel que impera en las cárceles estadounidenses y en los mediáticos casos de violencia policial (mayoritariamente en contra de afroamericanos y latinos), racismo que no alcanza a ocultar la presencia en el poder de Barack Obama, el primer presidente negro de los Estados Unidos.

Así que no se enoje con los mexicanos, señor Trump, que ellos no tienen la culpa de su positivismo y alegría por alcanzar la presidencia de su país, empresa para la cual se ha revelado como un aprendiz al que pronto le dirán "¡You´re fired!" (¡Está despedido!); no se enoje con ellos porque tampoco son culpables de estar —en torpe remedo mío de la frase que se le atribuye al general Porfirio Díaz- "tan lejos de Dios y tan cerca de usted, de su cólera y necedades, y de los Estados Unidos".

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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