Relaciones Cuba-EEUU: Una travesía única repleta de escollos

© REUTERS / Enrique De La Osa Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado de Asuntos del Hemisferio Occidental de EEUU
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La visita a La Habana de la subsecretaria de Estado de Asuntos del Hemisferio Occidental de EEUU, Roberta Jacobson, ha supuesto el botón de arranque de una travesía de incierto destino repleta de escollos.

La agenda de la diplomática, la funcionaria norteamericana de mayor rango que ha llegado a la isla caribeña en los últimos 38 años, incluía encuentros con altos representantes de la Administración de Raúl Castro, así como de la Iglesia Católica. También se contemplaba la reunión con un selecto grupo de disidentespolíticos cubanos, entre ellos Guillermo Fariñas, Elizardo Sánchez y Martha Beatriz Roque.

El objetivo de la histórica misión de Jacobson y su equipo no ha sido otro sino restablecer las relaciones bilaterales rotas desde 1961 por orden del presidente Dwight Eisenhower. Pero como bien pronostican algunos politólogos, restablecer no supone normalizar. Esa ambiciosa meta llevará mucho más tiempo del esperado, pues implica curar heridas y paliar recelos a uno y otro lado del estrecho de Florida, heridas y recelos forjados durante lustros de abierta enemistad ideológica. 

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La que fue la sede de la embajada estadounidense en la capital cubana es un excelente ejemplopara mostrar hasta dónde llegó la hostilidad simbólica entre Cuba y EEUU. El edificio de seis plantas situado en el Malecón habanero terminó convirtiéndose en un “nido de espías” –son palabras de Fidel Castro-, donde el presidente George W. Bush ordenó instalar un cartel luminoso que difundía noticias y comunicados procedentes del “mundo libre”. Para tapar esos mensajes subversivos, las autoridades cubanas plantaron un bosque de 138 banderas negras.

Esa etapa, triste consecuencia de los estertores de la Guerra Fría, debería ser enterrada y olvidada. Ahora es preciso mirar hacia adelante pues el futuro ofrece claras oportunidades en  materia de colaboración en áreas como la educación, la salud, la protección medioambiental, el turismo, el acceso a internet, el entrenamiento de administradores o la promoción empresarial.

Como no podía ser de otra forma, Cuba estuvo presente en el discurso sobre el estado de la Unión que Barack Obama pronunció hace unos días ante el Congreso. "Estamos acabando con una política que ya había pasado su fecha de caducidad. Cuando lo que estás haciendo no funciona durante 50 años, es hora de intentar algo nuevo”, enfatizó el jefe de Estado norteamericano a los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes.

Obama pidió al brazo legislativo de su país que empiece a trabajar para desmantelar el embargo económico que pesa sobre Cuba. A pesar de que 53 presos políticos cubanos fueron puestos en libertad después de que Washington lo pidiera, los republicanos –que controlan las dos cámaras- exigen que el gobierno comunista mueva ficha y haga algún tipo de concesión en materia de derechos democráticos o con respecto a las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses que vieron nacionalizadas sus propiedades con el triunfo de la revolución en 1959.

El lobby cubano-estadounidense, por su parte, se debate entre quienes buscan gestos de compromiso del adversario, conscientes de las grandes opciones que se abren delante de todos, y quienes califican de “alta traición” el giro copernicano realizado por la Casa Blanca, evocando el alto precio que ha pagado la disidencia y los inmigrantes. El primer sector, el más moderado, estaría liderado por el senador demócrata por Nueva Jersey, Robert Menéndez. El segundo grupo, mucho más radical, tendría como portavoz a otro senador, el republicano por Florida y presidenciable Marco Rubio.

En opinión de Arturo López Levy, un conocido analista político nacido en Cuba pero afincado en EEUU, Rubio representa un "elemento obstruccionista poderoso” y más ahora que va a ser nombrado presidente del Subcomité del Senado para Asuntos del Hemisferio Occidental, precisamente el órgano competente para solucionar cuestiones cubanas. Lo último que ha dicho Rubio es que la iniciativa de Washington da “legitimidad al régimen y un mayor acceso a los dólares que se usarán para financiar su máquina de represión”.

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En el lado positivo de la balanza cabe destacar que, según las encuestas de opinión, dos de cada tres estadounidenses han aplaudido el pragmático anuncio de Obama sobre Cuba realizado el pasado 17 de diciembre. En otras palabras, la ciudadanía ve la medida con buenos ojos.

Otra conclusión evidente es que el embargo ha sido un absoluto fiasco político. Hasta en Miami muchos coinciden en ello. El bloqueo sólo ha servido para empobrecer aún más al pueblo cubano, pero también ha sido utilizado por La Habana como un pretexto para continuar la lucha antiimperialista y, de paso, enrocarse en el papel de víctima de una superpotencia militar y económica como EEUU.

Cuba, que necesita salir del aislamiento dada la debilidad de su aliada Venezuela, ya no es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos sino un país inmerso en un embrionario y delicado estado de transición. Y para el ‘establishment’ cubano abrazar la economía de mercado sin abandonar el comunismo —como ya hicieron China o Vietnam- sería una solución aceptable y asumible. Raúl Castro, que parece mucho más receptivo a la ‘realpolitik’ que su hermano mayor Fidel, debería aceptar la mano que le ha tendido Obama gracias a la discreta mediación del Papa Francisco y a la decisiva actuación de países terceros como Brasil. La entrada de inversores y turistas estadounidenses podría favorecer las reformas económicas tan necesarias y todavía tan tibias. Además, acabaría con el legado de desconfianza en el continente americano.

El nuevo rumbo de la travesía debe ser irreversible, buscando a medio plazo vientos de libertad y prosperidad en beneficio de la isla. Por fortuna, los expertos como López Levy consideran muy improbable que el proceso ya iniciado se venga ahora abajo, aunque advierten cautelosos que son críticos los días que quedan hasta el 10-11 de abril, fecha marcada para la VII Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá. Allí debería producirse el esperado encuentro Obama-Castro.

Pero tanto en La Habana como en Washington subyacen grupos interesados en torpedear las negociaciones, orquestar provocaciones o perpetuar el revanchismo que destila la ley Helms Burton aprobada en 1996. Ellos son los únicos interesados en que no cuaje el ambiente de aperturismo y diálogo.

De ahí que reine cierto escepticismo en los comentarios de los analistas. O de que no se pongan de acuerdo sobre la trascendencia de la situación.

Así, por ejemplo, el reputado columnista del diario Miami Herald, Andrés Oppenheimer, rebaja las expectativas al creer que no se trata de una “nueva era” sino de un “nuevo capítulo”. Pronto lo descubriremos.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK NÓVOSTI.

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