“Start-Up Chile” se inició en 2010 y brinda a los empresarios seleccionados un equivalente de 40.000 dólares en préstamos y una visa de un año para desarrollar sus ideas.
Nicolás Shea, el empresario chileno que creó el programa, se inspiró en Estados Unidos, donde estudió en la Universidad de Stanford. “Yo vi cómo mucha gente muy capaz fue sacada de los Estados Unidos porque no podía conseguir la visa de residencia, y pensé: ¿por qué no llevar algunos de ellos a Chile?”
La idea era reducir la dependencia de Chile de las materias primas, y convertir al país andino en el primer centro de innovación de América Latina. Cinco años después, 18000 “star-ups” de 130 países han pedido participar en el programa, y 1050 firmas de 77 países, 20% de ellas chilenas, han sido aceptadas.
No todo es fácil, pues muchas empresas dejan el país después de los seis meses, pero muchos emprendedores destacan el hecho de que un país sudamericano otorgue visas de trabajo y créditos importantes para quienes quieran poner en práctica sus ideas.
Las empreas se sienten atraidas por la estabilidad de Chile, por su clima de negocios, y por otras características locales, como el buen vino y la nieve. Algunas de las empresas que tuvieron éxito fueron Biofiltro, que desarrolló una tecnología orgánica de tratamiento de aguas residuales que se empleó en viñedos, plantas de procesamiento de alimentos y granjas lecheras de Chile antes de aplicarse en California, y Bureo, que hace patinetas con redes de pescadores recicladas, que se venden por Internet y en Estados Unidos.
Sebastián Vidal, el CEO de Start-Up Chile, dijo en una entrevista, que el emprendimiento ha sido posible gracias a las iniciativas del gobierno, como por ejemplo, un sistema de internet en el que se puede incorporar cada emprendimiento en menos de un día. “Santiago de Chile está posicionada como uno de los cinco ecosistemas de innovación y emprendimiento en el mundo”, agrega, lo cual atrae a muchos jóvenes, que no ven posibilidades en sus países de desarrollar sus ideas.
