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Como ejemplo, citó el caso del ingeniero, físico e inventor español Federico Molero. Llegó a la URSS al final de la Guerra Civil, donde prosiguió su actividad científica. Allí defendió una tesis doctoral en materia de energía solar. Su trabajo en la Academia de Ciencias soviética tuvo efectos bien concretos como plantas que aprovechaban la energía del sol para producir vapor y hasta hielo.
La Unión Soviética, a su vez, dio una excelente formación en distintos ámbitos a los llamados niños de la guerra españoles. Ellos, al volver a su patria, le dieron un sustancial impulso, indicó Ignacio Menéndez Pidal.
"Esto ha sido un doble juego", subrayó.
Señaló, asimismo, que actualmente los contactos científicos entre ambas naciones "están a pleno rendimiento", habiendo una muy activa interacción entre centros docentes superiores rusos y españoles.
"Aunque no lo quieran algunas propagandas políticas, Rusia es una potencia mundial y para la ciencia y la investigación no hay política y no hay barreras", concluyó Ignacio Menéndez Pidal.