“El soft power chino nace en la era de Deng Xiaoping cuando China se abre al mercado y se da cuenta de que no basta con hacer buenos productos a buen precio sino que además debe sumarle una imagen que los haga apetecibles para el mundo”, explica Gustavo Ng, periodista especializado y co-director de la revista Dang Dai. “Esto es un desafío enorme porque su forma de relación histórica ha sido siempre con los vecinos y de manera capilar.”
El reto es aún mayor porque el idioma opera como una verdadera barrera. Según Ng, han dado un paso importante con la instalación de 500 Institutos Confucios en todo el mundo.
Sin embargo, todavía les falta conocer la forma de pensar de algunas regiones como la latinoamericana. “En esta etapa China busca que el mundo la conozca. Busca no asustar, contrarrestar la imagen anti-china que Occidente supo muy bien cómo instalar.”
Por otra parte, se analizó el interesantísimo momento que atraviesa Portugal. La tensión es creciente entre una troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central de Europa) que presiona y exige ortodoxia y un gobierno de izquierda que lleva adelante políticas sociales anti-anjuste. El sociólogo portugués y diputado del Bloco de Esquerda, José Manuel Marques da Silva Pureza, explicó este proceso.
Marques, profesor en la Universidad de Coimbra, denunció que las reglas impuestas por Bruselas además de crear miseria “son aplicadas de forma desigual entre los países centrales y los de la periferia. A los más frágiles como Portugal no nos permiten tener una autonomía como para poner en marcha un proceso de crecimiento económico y de creación de empleos”. Por eso, concluyó, cada vez crecen más en Europa los movimiento de contestación contra la ortodoxia financiera.